Vivan los buenos momentos
-Bueno,
¿sabes qué? Siempre puedes volver a pedirle perdón en otro
momento, cuando ya no esté con sus amigos.
-Dudo que me
dirija siquiera la palabra, ¡piensa que la he engañado contigo!
-Y en
realidad así fue, no le dijiste que tenías una hermana.
-Pero ella
piensa seriamente que he tenido una relación amorosa contigo...
-Pero no es
cierto, así que no tienes de qué preocuparte.
-¡Claro que
debo preocuparme! ¡La quiero! ¡Y ella no parece seguir queriéndome
a mí!
-Sí te
quiere, Rubén... solo está cabreada. Y aunque dejase de quererte
como pareja, siempre quedaría algo, siempre lo hace, no dejarás de
importarle.
-Creo que
tiene novio.
-¿¡Otro!?
¡Qué rapidez!
-Los
adolescentes lo hacen mucho, es normal.
-¡Pero tú
ya no eres un adolescente, Rubén! ¡Eres muchísimo más maduro de
cualquiera de sus “amigos” !
-No tiene
porqué ser así.
-Eso ahora
da igual – la joven hace un pausa y bebe otro sorbo de café –
Dime una cosa: ¿la quieres recuperar?
-Sí.
-Hazlo.
-¿Cómo?
-No la
conozco más que tú, Rubén. Empieza por acercarte a ella y
explicarle todo,ha habido un malentendido y tienes que conseguir que
eso no siga así.
-Está bien.
Muchas gracias.
-De nada.
Por cierto, tengo que irme, llaman a la puerta.
-Claro, no
te preocupes. Hasta luego.
-Hasta
luego.
Cuando
cuelga a su hermano mayor y se desconecta de Skype solo tiene
ganas de volver a la cama y dormir, pero no puede.
Se levanta
lentamente y se pasa una mano por el cortísimo pelo.
Al abrir la
puerta, no puede evitar sonreír.
-Buenos días
– dice él antes de darle un suave beso en los labios.
-Buenos días
– dice ella sonriendo y aún con los ojos cerrados. El joven le da
otro beso.
-Te he
traído una cosa.
Abre los
ojos.
-¡Philippe!
¡Te he dicho que no me hagas regalos! - le grita ella, en un intento
fallido de parecer enfadada: su sonrisa la delata.
-No es un
regalo... es un detalle...
Ella lo
agarra de la muñeca y tira de él para hacerlo entrar en el piso.
Cierra la puerta después y se sientan juntos en el sofá color café.
-Sabes que
no puedo devolverte el dinero...
-¡No tienes
de qué preocuparte! Lo que te pido a cambio tampoco se puede pagar.
-Y aún así
lo haces.
-¡No te
estoy pagando! - se entusiasma el joven, sus ojos azules brillan –
Alba, de verdad me importas...
-Y tú a mí,
pero eso no se paga con regalos...
-Baby, lo
que te he traído no es un regalo normal.
Alba
empieza a relajar las facciones de la cara y baja los hombros. No
será...
-Will
you marry me?
Alba
se queda en silencio mientras el joven inglés le pone un anillo
blanco y brillante en el dedo.
-Te
prometo que te quiero – la reconforta él.
-¿Me...
me quieres?
-Me
he enamorado de ti, Alba. Cada día no puedo pensar en otra cosa,
necesito pasar contigo el resto de mi vida.
La
joven no sabe qué contestar. Le pican los ojos y está de nuevo
tensa.
-Philippe...
Él
la mira sonriente, aunque por dentro está defraudado, esperaba un sí
directo.
-¿Sí?
-Te
quiero, pero no estoy preparada para casarme ahora.
-¿Por
qué? ¿Es por mí?
-¡No!
Me gustaría esperar un poco primero... Soy más joven que tú y aún
no he terminado de estudiar mi carrera, necesito algo más de
tiempo...
Philippe
la mira fijamente a los ojos unos segundos. Se acerca a ella y la
besa dulcemente.
-¿Me
prometes que seguirás siendo mía hasta que estés lista?
Esta
pregunta sí obtiene una respuesta directa y que les saca una sonrisa
a ambos.
-Sí.
Alba
se mira el aniño, no sabe si quitárselo o no.
-Quédatelo.
Será el de nuestra boda.
-Está
bien, muchas gracias – dice antes de darle dos besos en una mejilla
– Eres el mejor.
Philippe
sonríe y le coge una mano.
-Entonces,
¿somos medio-prometidos.
-Podemos
llamarlo así, pero el término pareja me parece más rápido.
Philippe
suelta una carcajada ausente, casi triste. No ha conseguido lo que
quería, pero al menos no le ha dicho que no.
***
-Entonces...
¿te cae bien Daniel?
-Yo
no podría salir con él – dice Ainoa a la vez que abre un cofre y
busca dentro la revisita – pero es uno de mis mejores amigos, lo
adoro.
-Sinceramente
Ainoa – empieza a decir Violeta – yo creo que pegas con Eliot.
Jorge
se da la vuelta hacia ellas.
-Yo
pienso lo mismo – comenta.
Ainoa
se vuelve roja como un tomate. Violeta y Estrella se miran
compliciosamente: lo sabían.
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