lunes, 10 de marzo de 2014

Estrellas


Vivan los buenos momentos


-Bueno, ¿sabes qué? Siempre puedes volver a pedirle perdón en otro momento, cuando ya no esté con sus amigos.

-Dudo que me dirija siquiera la palabra, ¡piensa que la he engañado contigo!

-Y en realidad así fue, no le dijiste que tenías una hermana.

-Pero ella piensa seriamente que he tenido una relación amorosa contigo...

-Pero no es cierto, así que no tienes de qué preocuparte.

-¡Claro que debo preocuparme! ¡La quiero! ¡Y ella no parece seguir queriéndome a mí!

-Sí te quiere, Rubén... solo está cabreada. Y aunque dejase de quererte como pareja, siempre quedaría algo, siempre lo hace, no dejarás de importarle.

-Creo que tiene novio.

-¿¡Otro!? ¡Qué rapidez!

-Los adolescentes lo hacen mucho, es normal.

-¡Pero tú ya no eres un adolescente, Rubén! ¡Eres muchísimo más maduro de cualquiera de sus “amigos” !

-No tiene porqué ser así.

-Eso ahora da igual – la joven hace un pausa y bebe otro sorbo de café – Dime una cosa: ¿la quieres recuperar?

-Sí.

-Hazlo.

-¿Cómo?

-No la conozco más que tú, Rubén. Empieza por acercarte a ella y explicarle todo,ha habido un malentendido y tienes que conseguir que eso no siga así.

-Está bien. Muchas gracias.

-De nada. Por cierto, tengo que irme, llaman a la puerta.

-Claro, no te preocupes. Hasta luego.

-Hasta luego.

Cuando cuelga a su hermano mayor y se desconecta de Skype solo tiene ganas de volver a la cama y dormir, pero no puede.
Se levanta lentamente y se pasa una mano por el cortísimo pelo.

Al abrir la puerta, no puede evitar sonreír.

-Buenos días – dice él antes de darle un suave beso en los labios.

-Buenos días – dice ella sonriendo y aún con los ojos cerrados. El joven le da otro beso.

-Te he traído una cosa.

Abre los ojos.

-¡Philippe! ¡Te he dicho que no me hagas regalos! - le grita ella, en un intento fallido de parecer enfadada: su sonrisa la delata.

-No es un regalo... es un detalle...

Ella lo agarra de la muñeca y tira de él para hacerlo entrar en el piso. Cierra la puerta después y se sientan juntos en el sofá color café.

-Sabes que no puedo devolverte el dinero...

-¡No tienes de qué preocuparte! Lo que te pido a cambio tampoco se puede pagar.

-Y aún así lo haces.

-¡No te estoy pagando! - se entusiasma el joven, sus ojos azules brillan – Alba, de verdad me importas...

-Y tú a mí, pero eso no se paga con regalos...

-Baby, lo que te he traído no es un regalo normal.

Alba empieza a relajar las facciones de la cara y baja los hombros. No será...

-Will you marry me?

Alba se queda en silencio mientras el joven inglés le pone un anillo blanco y brillante en el dedo.

-Te prometo que te quiero – la reconforta él.

-¿Me... me quieres?

-Me he enamorado de ti, Alba. Cada día no puedo pensar en otra cosa, necesito pasar contigo el resto de mi vida.

La joven no sabe qué contestar. Le pican los ojos y está de nuevo tensa.

-Philippe...

Él la mira sonriente, aunque por dentro está defraudado, esperaba un sí directo.

-¿Sí?

-Te quiero, pero no estoy preparada para casarme ahora.

-¿Por qué? ¿Es por mí?

-¡No! Me gustaría esperar un poco primero... Soy más joven que tú y aún no he terminado de estudiar mi carrera, necesito algo más de tiempo...

Philippe la mira fijamente a los ojos unos segundos. Se acerca a ella y la besa dulcemente.

-¿Me prometes que seguirás siendo mía hasta que estés lista?

Esta pregunta sí obtiene una respuesta directa y que les saca una sonrisa a ambos.

-Sí.

Alba se mira el aniño, no sabe si quitárselo o no.

-Quédatelo. Será el de nuestra boda.

-Está bien, muchas gracias – dice antes de darle dos besos en una mejilla – Eres el mejor.

Philippe sonríe y le coge una mano.

-Entonces, ¿somos medio-prometidos.

-Podemos llamarlo así, pero el término pareja me parece más rápido.

Philippe suelta una carcajada ausente, casi triste. No ha conseguido lo que quería, pero al menos no le ha dicho que no.

***

-Entonces... ¿te cae bien Daniel?

-Yo no podría salir con él – dice Ainoa a la vez que abre un cofre y busca dentro la revisita – pero es uno de mis mejores amigos, lo adoro.

-Sinceramente Ainoa – empieza a decir Violeta – yo creo que pegas con Eliot.

Jorge se da la vuelta hacia ellas.

-Yo pienso lo mismo – comenta.

Ainoa se vuelve roja como un tomate. Violeta y Estrella se miran compliciosamente: lo sabían.






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