<<En esta vida de cambios, lo más importante es ir adaptándose a cada nueva experiencia y aprendiendo de cada una de ellas; pero nunca, nunca, ir quedándose en el pasado.>>
Fue un beso bastante cálido y deseado,
con el que Daniel llevaba soñando semanas. Fue mejor que el primero
que le dio a Sam, se notaba que ambos tenían más experiencia; y
además, a ella la quería de verdad. Mientras que una parte de
Violeta deseaba no separarse nunca de él, otra le hacía sentir
realmente mal y querer alejarse; acurrucarse y ser consolada entre
los brazos de Rubén. Pero eso ya no podía ser, no; Rubén había
resultado ser un imbécil que se aprovechaba de ella, y no el
príncipe que ella creía, con el que había pensado en pasar el
resto de su vida. Se separó de Dani y le dedicó una pequeña
sonrisa. Los labios de él no podían dejar de sonreír, sus extremos
se elevaban mientras sus ojos brillaban con alegría. Realmente la
quería, aunque no sabía cómo ni por qué, aquella chica había
llegado al fondo de su corazón.
La abrazó cálidamente, por un acto
reflejo. Violeta se sintió protegida entre sus brazos. Después se
separó lentamente, cogiéndola de las manos.
-Violeta, llámame antiguo; pero...
-dejó caer una rodilla en el suelo frente a ella, para su sorpresa-
¿Quieres salir conmigo y ser mi princesa, la persona que más quiera
por el resto de los días de mi vida?
-Vaya... Hombre, tanto tiempo no sé...
Él sonrió, Violeta notó la picardía
en su cara, la misma que cuando gastaba bromas con Eliot. Dani se
levantó, cogiéndola en volandas y dio una vuelta sobre sí mismo
con ella sobre su hombro; lo cuál hizo que la chica se riera y se
olvidara de Rubén por un momento. La dejó en el suelo y la miró a
los ojos, quitándole un mechón de la cara. Violeta sintió un
pequeño cosquilleo ante su tacto.
-En realidad... Eso fue sólo un
“truco” que me enseñó Justin.
Violeta reprimió una risa.
-¿Justin?
-Ajá. -contestó él asintiendo- Ya
podrás imaginar más o menos cómo empezó él a salir con su
pareja.
Ella sonrió.
-Eso sería interesante, podrías
contármelo.
-Em... Mejor, pregúntaselo a él.
-Me encantaría conocerla. -dijo ella
mirando al cielo. Pasó la vista a Dani, que la contemplaba sin
entender- A su pareja.
Él asintió. Estaba tan acostumbrado a
hablar de Agus sólo con sus amigos que no se acostumbraba a que
Violeta todavía no supiera la verdad. Y no quería mentirle, no
quería que en su relación hubiera mentiras; pero no podía
defraudar a Justin, y sin su permiso tenía prohibido decírselo. Ni
a ella ni a nadie.
-Algún día te la presentará. Estoy
seguro de que te caería bien.
-¿Ah, sí?
-Ajá. -le sonrió perdiendo la mirada
en el mar azul de sus ojos. Se inclinó sobre ella y la besó, sus
labios sintieron de nuevo un cosquilleo que atravesaba su cuerpo, su
estómago se ató y su corazón dejó de latir por un momento;
sumiéndose casi en el paraíso- Y ahora, ¿me permites invitarte a
un paseo por el parque? -le preguntó tendiéndole la mano.
-Por supuesto. -respondió ella
cogiéndose de su mano mientras sus labios se curvaban. Le encantaba
su pequeño teatrillo de caballero romántico antiguo.
***
Violeta
estaba sentada en la clase, hablando animosamente con Samanta. Sentía
unas ganas tremendas de contarle a alguien lo de Dani entusiasmada;
pero no podía hacerle eso a ella, sería como restregarle que su ex
salía ahora con otra. Mientras que ella simplemente tenía... rollo
con uno que al parecer tenía rollo con todo el santo instituto. O...
el no tan santo. Desde el sábado, cada vez que se entristecía
pensando en Rubén pensaba en él, para bloquearlo. Aunque por las
noches sólo podía soñar con Rubén, por la mañana hacía como que
no pasaba nada. Fingía estar bien, que nada podría estar mejor de
que ella saliera con el buenachón de Dani. Hasta sus padres se
alegrarían de que hubiera reemplazado al hombre por él, tenía su
edad, era divertido, la ayudaba... y... tal.
En
otras circunstancias se lo habría contado a Jorge o a Lara,
intentando que el entusiasmo de ellos se le contagiara. Que pensaran
que su amiga estaba completamente recuperada y con un chico muchísimo
mejor, se pusieran felices y con ellos se pusiera feliz ella. Pero,
al igual que Jorge, ella también prefería verlo a la cara para ver
su reacción; así que esperaría a que la visitara. Igual que con
Lara, aunque no sabía cuando podría volver a verla.
Por
fin llegó la hora del recreo, y él ya estaba fuera esperándole.
Sus amigos hablaban un poco más allá. Violeta se acercó a él con
la merienda en la mano, y Dani le pasó el brazo por la cintura. “Te
he echado de menos”, le dijo con la mirada. Se sonrieron y le dio
un beso dulce en los labios. Después se juntaron con los chicos.
Sam
se quedó mirando hacia el lugar con la boca abierta. Millones de
sensaciones pasaron por su cabeza, de la rabia a los celos pasando
por el odio, el dolor o la tristeza. Aquel había sido un pequeño
detalle que ninguno de los dos había tenido en cuenta. Y podía ser
que lo suyo con Dani ya hubiera sido hace mucho tiempo, que fuera
parte del pasado; pero sabiendo que hasta hacía unos días se estaba
metiendo con él por eso, quizá deberían haber tenido más cuidado
al expresar sus sentimientos frente a la chica. Porque a ella aún le
dolía. Y aún recordaba los besos de Dani cuando Peter o cualquier
otro chico la besaban; quizás, y tan sólo quizás, si cortaran de
raíz aquella tremenda locura fuera capaz de olvidarle. Pero ninguno
de los dos había vuelto a hablar del tema desde entonces. Daniel era
la persona a la que Sam más odiaba en el mundo por todo lo que le
hizo, pero a veces, y tan sólo a veces, le volvían las ganas de
llorar al acordarse de él. Como una cicatriz que no había terminado
de cerrar, un asunto pendiente que quedaba sin zanjarse.
***
Eliot
estaba sentado en un pequeño muro de hormigón del patio, entre los
jardines y el campo de fútbol, sujetándose las manos, con los codos
sobre las rodillas y las piernas colgando. Observaba a Dani y
Violeta, que tenían las manos entrelazadas y sonreían juntos. Unos
pasos más allá, las chicas se picaban entre ellas; y entre ellos
Justin miraba las hojas de un árbol sumido en su mundo,
probablemente pensando en Agustín. Sonrió mirando a la parejita y
posó por un momento la mirada en Ainoa. El habitual calorcillo
cariñoso comenzó en el fondo de su corazón. Se preguntó qué se
sentiría estando con alguien como Dani con esa chica. Cómo sería
estar enamorado. Él empezaba a sentirse mucho más animado y acogido
de nuevo; pero observándoles desde fuera como hacía ahora se notaba
aún más la diferencia. Dani y Violeta eran la parejita feliz ahora,
mientras Justin se pasaba de vez en cuando el rato en su mundo y Agus
no pasaba por allí para gastar sus habituales bromas. También se
notaba mucho que todos habían madurado, sobretodo las chicas y Jus.
Daniel había madurado hacía ya tiempo, entre crisis y crisis
emocional. Y él se sentía ahora el niño pequeño del grupo, lo
bueno era que cuando viniera Agus seguirían compartiendo el aire
infantil y jugarresco, y que Violeta era aún más pequeña que él.
Siempre
le había dado miedo crecer, que pasara el tiempo. Le asustaba, desde
pequeño, la idea de que crecieran y se distanciaran sus caminos, que
pararan de verse, que se rompiera el grupo. Ya había escuchado
demasiadas veces a sus padres hablar sobre buenos amigos de los que
no volvieron a saber y había visto a su hermana hundirse por una
ruptura o una amiga perdida. No quería que eso les pasase a ellos,
quería que sus familias permanecieran juntas por siempre; pero sabía
que eso sería difícil. Mientras tanto, se dijo, disfrutaría del
momento.
-¡Ey,
Eliot! -lo llamó Ainoa- ¿Qué haces que no vienes aquí?
Él
sonrió y bajó de un salto. Corrió hacia ellos y revolvió el pelo
a la muchacha, que sonrió. La cogió por la cintura levantándola
del suelo, de espaldas.
-Ay,
que ya me echabas de menos. Si es que no puedes vivir sin mí, ¿eh?
-bromeó. Ella sonrió.
Un
pequeño cosquilleo recorría su columna mientras intentaba que no se
le subieran los colores a las mejillas. Giró la cabeza para mirarlo
a sus preciosos ojos y le dirigió una sonrisa un tanto irónica.
No
sabes cuánto...
***
Justin entró en el restaurante. Estaba más lleno de lo que le
gustaría; pero aún quedaban sitios libres. Se quedó de piedra
cuando vio una cabellera negra tintada. No iba solo; pero tampoco con
la compañía con la que solía. Se quedó mirándole, seguro que era
Peter. Pasó la vista a sus acompañantes. Una mujer de mediana edad
con el pelo a tirabuzones, un hombre formal y rígido que no se le
parecía nada, una niña de unos doce o trece años y un pequeño de
diez. Tan sólo la niña parecía tener algún rasgo en común con
Peter; pero debían de ser su familia. Algo le sorprendió aún más:
Peter... estaba... estudiando. Estudiaba mientras los otros comían,
recordando de vez en cuando que tenía que llevarse un mordisco a la
boca. El hombre miró a Justin y alzó una ceja, antes de que éste
se diera cuenta. Peter inmediatamente lo miró.
Se sorprendió mucho cuando vio al muchacho que los miraba. ¿No
debería estar completamente enfadado con él y haber dado media
vuelta? Pero no, estaba embobado, mirándolos. ¿Qué le llamaría
tanto la atención? Mierda. Recordó. Miró sus libros
rápidamente encima de la mesa; pero ya no tenía ningún sentido
guardarlos, y era consciente de que su familia lo miraba.
-Ey, Justin. -lo llamó antes de que al aludido le diera tiempo a
huir.
Jus se paró en seco. ¿Qué hacía? No debía hablar con él, por
mucho que quisiera ayudarse. ¿Y no estaba con su familia tan unida?
-sabía que no, había detectado sus miradas frívolas y sin
sentimiento mientras estaban allí sentados, como si a ninguno le
gustara la compañía del otro. Sobretodo cuando miraban a Peter, que
tenía la cabeza gacha y la mirada totalmente perdida en sus libros;
en una postura que hasta podría dañarle el cuello- Pero sería muy
maleducado por su parte no responderle... Y además, no perdía nada,
¿no?
Se giró y le sonrió.
-Ey, hola, Peter. -él forzó una sonrisa por respuesta. Sus
familiares tenían la mirada fija en él, casi como buitres. ¿Sería
por lo que pasó con su primo?
Por algún extraño motivo, sintió un impulso y se acercó a él.
-¿Qué haces, estudiando?
-Sí... Tenemos un examen mañana, ¿recuerdas?
-Ya... Pero es que tú... -no supo si terminar la frase.
-No hace falta que la termines, no creo que haya nadie en esta mesa
que dude sobre eso. -hubo un pequeño silencio. Justin se inclinó un
poco a mirar lo que estudiaba, y se fijo en un detalle que nunca
había visto en él antes. Sobre la mesa, descansaban unas pequeñas
gafas con las patas de un fino metal gris. Peter las recogió
rápidamente y se las pasó a su hermano, que estaba sentado en el
mismo banco que él, por debajo de la mesa- ¿Y tú, empollón, cómo
es que estás aquí y no sumido entre tus libros?
-Mi hermano está en el comedor y mis padres trabajando; así que no
tenía ganas de hacerme una comida para mí solo... -se dispuso a
marcharse.
Peter bufó y bajó la mirada a sus libros, rascándose el cuello.
Sabía que nunca podría resolver esos problemas él solo. Y tampoco
quería pedir ayuda a los de su familia.
-Ey, Justin. -él se volvió- ¿Me ayudas?
El muchacho parpadeó. ¿En serio acababa de oír lo que acababa de
oír? ¿Del orgulloso de Peter?
-¿Y eso?
-No lo entiendo. -contestó él quitándole importancia con un gesto.
-Claro, como no atiendes. -le culpó su madre.
-Peter atiende. -le defendió Justin sin saber por qué- A... veces;
pero atiende.
El chico lo miró, como intentando averiguar por qué había hecho
eso. Había cerrado la boca de un plumazo a su madre sin faltarle la
educación, y se alegraba de ello.
-A ver... ¿qué es lo que no entiendes?
Peter le dejó un pequeño hueco en el banco y le señaló un
problema. Justin se lo explicó, y a Peter le pareció mucho más
sencillo. Sus familiares los miraban; pero con una mirada distinta.
Los dos adultos con una gran curiosidad reflejada en sus ojos y las
caras algo más relajadas, los pequeños con muecas y reparo en los
ojos.
Jus terminó de explicar y Peter de hacer el ejercicio. Lo miró.
-Ey, Peter... Supongo... Supongo que yo podría ayudarte. -dijo
señalando con un gesto el libro.
-Sí, supongo que podrías. Lo necesitaría.
-Creía que no te importaban las notas.
Él se encogió de hombros y suspiró.
-No cuando al final aprobaba... Este año... este año está siendo
más difícil aprobar que hacer un poco la pelota a los profes y
estudiar como para un cinco raspao. -Justin lo miró sin decir nada,
hubo un pequeño silencio- Ey, ¿qué te parece? Esta tarde me ayudas
a estudiarme el examen de mañana y te pago en función de la nota
que saque.
Él asintió. El muchacho miró a su madre, que se encogió de
hombros.
-Puedo permitirme pagar dos euros. -hizo una pausa significativa- Lo
que no sé es si él puede permitirse perder ese tiempo en vano.
-A mí me parece bien. -intervino Justin- Ah, y por cierto, el examen
no es mañana; es el miércoles. Lo cambiaron esta mañana. Quizás
si atendieras... -A Peter le brillaron los ojos.
-¿En serio? ¡Toma! Espera... ¿a qué hora lo dijeron?
-Em... Pues creo que a primera.
-Ah, pues entonces yo no estaba. No es mi culpa. En... parte.
-Cierto.
-Una sola condición más: que mis amigos no sepan nada de esto. Ni
nadie. Que no sepan ni que me has visto aquí ni que te he pedido
ayuda.
Jus asintió.
-Está bien. Y que mis amigos no sepan que me hablo contigo. -notó
la mirada interrogativa de sus padres- No es por nada; pero... no
tienes muy buena fama.
-No me extraña. ¿Me ayudas con éste? -señaló el siguiente
ejercicio.
-Voy a buscar algo de comida y ahora vuelvo.
-De acuerdo.
Después de estar un rato ayudando a Peter mientras comían y de que
los dos se preguntaran repetidamente cómo habían llegado allí,
Justin observó el resto de los rostros de la mesa mientras Peter
estudiaba. Ellos habían estado hablando animosamente de los
estudios, el trabajo...
-Ey, Peter, ¿sabes qué? Por más que os miro no puedo encontrar
ninguna similitud entre vosotros.
Él se encogió de hombros.
-Dicen que me parezco más a mi padre.
La atención ahora se centraba en ellos. Justin miró al hombre.
-Pues a mí no me lo parece.
Pedro apretó la mandíbula.
-Eso es porque ése no es mi padre.
Se levantó de la mesa echando la silla hacia atrás y salió del
local. Justin se arrepintió de haber hablado, quedaba claro que la
había cagado. Pero los demás no parecían querer hacer nada por
arreglarlo, a los pocos segundos retomaron la conversación, un poco
más baja; pero esta vez sobre aquel asunto. Justin se levantó y
siguió sus pasos.
Lo encontró sentado en la acera, con la cabeza entre las manos. Se
sentó a su lado.
-Ey, Peter... Lo siento. Lo siento si la he cagado. Entonces, ¿quién
era ese tipo?
-Es... Es... Es mi padrastro.
Jus tragó saliva. No parecía que su relación fuera muy bien con
ese lado de la familia.
-¿Y con tu padre... qué pasó?
Peter miró al suelo, al lado contrario de Justin.
-Él... él nos abandonó. Hace unos años que no lo veo. Lo único
que me quedó de él es mi hermana, y ella... ella... ella me odia.
Justin estuvo a punto de decirle que seguro que eso no era así, que
su hermana no lo odiaba, que tendría a alguien que lo quería en
este mundo. Pero supo que no serviría de nada; y, más aún, que
Peter se enfadaría en cuanto se diera cuenta de que había contado
algo de su vida personal y privada a alguien como él, alguien del
exterior y, sobretodo, alguien que podría no ser de fiar y extender
el rumor por todo el instituto; o empezar a verle más débil.
El muchacho se incorporó lo suficiente para poder sacar un paquete
de tabaco de debajo de su chaqueta y comenzó a fumar; mientras
miraba al asfalto o al horizonte sin hacer caso a su acompañante.
Para él no había nadie allí, seguía sintiéndose completamente
solo.
***
Llegó a su casa y se dejó caer sobre la cama. Sus padres y Antonio
ya habían llegado a casa, y se habían preocupado un poco al no
verle allí. Para desgracia, él había tenido el móvil descargado;
pero no tardó mucho en regresar después de que ellos llegaran.
Conectó el cable y esperó a que se cargara lo suficiente para poder
encenderlo. Mientras esperaba, lo llamó su madre; así que dejó el
móvil allí y fue a ayudarla a guardar las cosas de la compra, y más
tarde ayudó a su hermano con los deberes y merendó. Cuando regresó
a su habitación tenía tres llamadas perdidas. Recibió otra. En la
pantalla salía escrito su nombre. Lo desconectó y contestó
rápidamente.
-¡JUUUSTIIIIIIIIN, CARIIIII!
-¿Qué? -contestó éste sin poder reprimir una sonrisa de la
energía que derramaba el chico.
-¡No te lo vas a creer! ¡¡Dentro de unos días tengo unos cuantos
días de vacaciones!! Son sólo dos o tres; pero bueno. Mi hermano
tiene trabajo; así que me quedaré allí en casa de mis padres.
Tengo que estudiar; pero al menos así podré verte.
-¡¡GENIAL!! -respondió él sin dejar de sonreír, se le
humedecieron los ojos de la alegría.
-Síiii.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos.
-Sí lo sé; porque es lo mismo que yo o incluso menos todavía.
-No lo creo.
Los dos sonrieron.
-Anda, no nos peleemos por eso. -zanjó Agus bromeando- No sabes las
ganas que tengo de verte y de tocar tus labios... Es como si mis
labios hubieran olvidado el sabor que tienen.
-Vaya, ¡pues espero que eso no sea porque has probado los de otros
en todo este tiempo! -contestó él haciendo como que se ponía
celosos; aunque no podía parar de sonreír. Agus se rió.
-Nunca podría. Te quiero mucho, Justin. Y dentro de nada podré
tenerte de nuevo entre mis brazos y darte un achuchón de esos que
tanto nos gustan.
Él sonrió. Ya antes de que salieran juntos, desde pequeños, Agus
le había dado ese abrazo especial para animarle. El único problema,
recordó con sorna, era cuando se pasaba con la broma de fuerte y
tenía que escaparse si no quería terminar ahogado.
-Ojalá estos días de espera se pasen rápido.
-Ojalá.
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