sábado, 25 de enero de 2014

Cambios inesperados.


<<En esta vida de cambios, lo más importante es ir adaptándose a cada nueva experiencia y aprendiendo de cada una de ellas; pero nunca, nunca, ir quedándose en el pasado.>>

 

Fue un beso bastante cálido y deseado, con el que Daniel llevaba soñando semanas. Fue mejor que el primero que le dio a Sam, se notaba que ambos tenían más experiencia; y además, a ella la quería de verdad. Mientras que una parte de Violeta deseaba no separarse nunca de él, otra le hacía sentir realmente mal y querer alejarse; acurrucarse y ser consolada entre los brazos de Rubén. Pero eso ya no podía ser, no; Rubén había resultado ser un imbécil que se aprovechaba de ella, y no el príncipe que ella creía, con el que había pensado en pasar el resto de su vida. Se separó de Dani y le dedicó una pequeña sonrisa. Los labios de él no podían dejar de sonreír, sus extremos se elevaban mientras sus ojos brillaban con alegría. Realmente la quería, aunque no sabía cómo ni por qué, aquella chica había llegado al fondo de su corazón.
La abrazó cálidamente, por un acto reflejo. Violeta se sintió protegida entre sus brazos. Después se separó lentamente, cogiéndola de las manos.
-Violeta, llámame antiguo; pero... -dejó caer una rodilla en el suelo frente a ella, para su sorpresa- ¿Quieres salir conmigo y ser mi princesa, la persona que más quiera por el resto de los días de mi vida?
-Vaya... Hombre, tanto tiempo no sé...
Él sonrió, Violeta notó la picardía en su cara, la misma que cuando gastaba bromas con Eliot. Dani se levantó, cogiéndola en volandas y dio una vuelta sobre sí mismo con ella sobre su hombro; lo cuál hizo que la chica se riera y se olvidara de Rubén por un momento. La dejó en el suelo y la miró a los ojos, quitándole un mechón de la cara. Violeta sintió un pequeño cosquilleo ante su tacto.
-En realidad... Eso fue sólo un “truco” que me enseñó Justin.
Violeta reprimió una risa.
-¿Justin?
-Ajá. -contestó él asintiendo- Ya podrás imaginar más o menos cómo empezó él a salir con su pareja.
Ella sonrió.
-Eso sería interesante, podrías contármelo.
-Em... Mejor, pregúntaselo a él.
-Me encantaría conocerla. -dijo ella mirando al cielo. Pasó la vista a Dani, que la contemplaba sin entender- A su pareja.
Él asintió. Estaba tan acostumbrado a hablar de Agus sólo con sus amigos que no se acostumbraba a que Violeta todavía no supiera la verdad. Y no quería mentirle, no quería que en su relación hubiera mentiras; pero no podía defraudar a Justin, y sin su permiso tenía prohibido decírselo. Ni a ella ni a nadie.
-Algún día te la presentará. Estoy seguro de que te caería bien.
-¿Ah, sí?
-Ajá. -le sonrió perdiendo la mirada en el mar azul de sus ojos. Se inclinó sobre ella y la besó, sus labios sintieron de nuevo un cosquilleo que atravesaba su cuerpo, su estómago se ató y su corazón dejó de latir por un momento; sumiéndose casi en el paraíso- Y ahora, ¿me permites invitarte a un paseo por el parque? -le preguntó tendiéndole la mano.
-Por supuesto. -respondió ella cogiéndose de su mano mientras sus labios se curvaban. Le encantaba su pequeño teatrillo de caballero romántico antiguo.

***

Violeta estaba sentada en la clase, hablando animosamente con Samanta. Sentía unas ganas tremendas de contarle a alguien lo de Dani entusiasmada; pero no podía hacerle eso a ella, sería como restregarle que su ex salía ahora con otra. Mientras que ella simplemente tenía... rollo con uno que al parecer tenía rollo con todo el santo instituto. O... el no tan santo. Desde el sábado, cada vez que se entristecía pensando en Rubén pensaba en él, para bloquearlo. Aunque por las noches sólo podía soñar con Rubén, por la mañana hacía como que no pasaba nada. Fingía estar bien, que nada podría estar mejor de que ella saliera con el buenachón de Dani. Hasta sus padres se alegrarían de que hubiera reemplazado al hombre por él, tenía su edad, era divertido, la ayudaba... y... tal.
En otras circunstancias se lo habría contado a Jorge o a Lara, intentando que el entusiasmo de ellos se le contagiara. Que pensaran que su amiga estaba completamente recuperada y con un chico muchísimo mejor, se pusieran felices y con ellos se pusiera feliz ella. Pero, al igual que Jorge, ella también prefería verlo a la cara para ver su reacción; así que esperaría a que la visitara. Igual que con Lara, aunque no sabía cuando podría volver a verla.

Por fin llegó la hora del recreo, y él ya estaba fuera esperándole. Sus amigos hablaban un poco más allá. Violeta se acercó a él con la merienda en la mano, y Dani le pasó el brazo por la cintura. “Te he echado de menos”, le dijo con la mirada. Se sonrieron y le dio un beso dulce en los labios. Después se juntaron con los chicos.

Sam se quedó mirando hacia el lugar con la boca abierta. Millones de sensaciones pasaron por su cabeza, de la rabia a los celos pasando por el odio, el dolor o la tristeza. Aquel había sido un pequeño detalle que ninguno de los dos había tenido en cuenta. Y podía ser que lo suyo con Dani ya hubiera sido hace mucho tiempo, que fuera parte del pasado; pero sabiendo que hasta hacía unos días se estaba metiendo con él por eso, quizá deberían haber tenido más cuidado al expresar sus sentimientos frente a la chica. Porque a ella aún le dolía. Y aún recordaba los besos de Dani cuando Peter o cualquier otro chico la besaban; quizás, y tan sólo quizás, si cortaran de raíz aquella tremenda locura fuera capaz de olvidarle. Pero ninguno de los dos había vuelto a hablar del tema desde entonces. Daniel era la persona a la que Sam más odiaba en el mundo por todo lo que le hizo, pero a veces, y tan sólo a veces, le volvían las ganas de llorar al acordarse de él. Como una cicatriz que no había terminado de cerrar, un asunto pendiente que quedaba sin zanjarse.

***

Eliot estaba sentado en un pequeño muro de hormigón del patio, entre los jardines y el campo de fútbol, sujetándose las manos, con los codos sobre las rodillas y las piernas colgando. Observaba a Dani y Violeta, que tenían las manos entrelazadas y sonreían juntos. Unos pasos más allá, las chicas se picaban entre ellas; y entre ellos Justin miraba las hojas de un árbol sumido en su mundo, probablemente pensando en Agustín. Sonrió mirando a la parejita y posó por un momento la mirada en Ainoa. El habitual calorcillo cariñoso comenzó en el fondo de su corazón. Se preguntó qué se sentiría estando con alguien como Dani con esa chica. Cómo sería estar enamorado. Él empezaba a sentirse mucho más animado y acogido de nuevo; pero observándoles desde fuera como hacía ahora se notaba aún más la diferencia. Dani y Violeta eran la parejita feliz ahora, mientras Justin se pasaba de vez en cuando el rato en su mundo y Agus no pasaba por allí para gastar sus habituales bromas. También se notaba mucho que todos habían madurado, sobretodo las chicas y Jus. Daniel había madurado hacía ya tiempo, entre crisis y crisis emocional. Y él se sentía ahora el niño pequeño del grupo, lo bueno era que cuando viniera Agus seguirían compartiendo el aire infantil y jugarresco, y que Violeta era aún más pequeña que él.
Siempre le había dado miedo crecer, que pasara el tiempo. Le asustaba, desde pequeño, la idea de que crecieran y se distanciaran sus caminos, que pararan de verse, que se rompiera el grupo. Ya había escuchado demasiadas veces a sus padres hablar sobre buenos amigos de los que no volvieron a saber y había visto a su hermana hundirse por una ruptura o una amiga perdida. No quería que eso les pasase a ellos, quería que sus familias permanecieran juntas por siempre; pero sabía que eso sería difícil. Mientras tanto, se dijo, disfrutaría del momento.
-¡Ey, Eliot! -lo llamó Ainoa- ¿Qué haces que no vienes aquí?
Él sonrió y bajó de un salto. Corrió hacia ellos y revolvió el pelo a la muchacha, que sonrió. La cogió por la cintura levantándola del suelo, de espaldas.
-Ay, que ya me echabas de menos. Si es que no puedes vivir sin mí, ¿eh? -bromeó. Ella sonrió.
Un pequeño cosquilleo recorría su columna mientras intentaba que no se le subieran los colores a las mejillas. Giró la cabeza para mirarlo a sus preciosos ojos y le dirigió una sonrisa un tanto irónica.
No sabes cuánto...

***

Justin entró en el restaurante. Estaba más lleno de lo que le gustaría; pero aún quedaban sitios libres. Se quedó de piedra cuando vio una cabellera negra tintada. No iba solo; pero tampoco con la compañía con la que solía. Se quedó mirándole, seguro que era Peter. Pasó la vista a sus acompañantes. Una mujer de mediana edad con el pelo a tirabuzones, un hombre formal y rígido que no se le parecía nada, una niña de unos doce o trece años y un pequeño de diez. Tan sólo la niña parecía tener algún rasgo en común con Peter; pero debían de ser su familia. Algo le sorprendió aún más: Peter... estaba... estudiando. Estudiaba mientras los otros comían, recordando de vez en cuando que tenía que llevarse un mordisco a la boca. El hombre miró a Justin y alzó una ceja, antes de que éste se diera cuenta. Peter inmediatamente lo miró.
Se sorprendió mucho cuando vio al muchacho que los miraba. ¿No debería estar completamente enfadado con él y haber dado media vuelta? Pero no, estaba embobado, mirándolos. ¿Qué le llamaría tanto la atención? Mierda. Recordó. Miró sus libros rápidamente encima de la mesa; pero ya no tenía ningún sentido guardarlos, y era consciente de que su familia lo miraba.
-Ey, Justin. -lo llamó antes de que al aludido le diera tiempo a huir.
Jus se paró en seco. ¿Qué hacía? No debía hablar con él, por mucho que quisiera ayudarse. ¿Y no estaba con su familia tan unida? -sabía que no, había detectado sus miradas frívolas y sin sentimiento mientras estaban allí sentados, como si a ninguno le gustara la compañía del otro. Sobretodo cuando miraban a Peter, que tenía la cabeza gacha y la mirada totalmente perdida en sus libros; en una postura que hasta podría dañarle el cuello- Pero sería muy maleducado por su parte no responderle... Y además, no perdía nada, ¿no?
Se giró y le sonrió.
-Ey, hola, Peter. -él forzó una sonrisa por respuesta. Sus familiares tenían la mirada fija en él, casi como buitres. ¿Sería por lo que pasó con su primo?
Por algún extraño motivo, sintió un impulso y se acercó a él.
-¿Qué haces, estudiando?
-Sí... Tenemos un examen mañana, ¿recuerdas?
-Ya... Pero es que tú... -no supo si terminar la frase.
-No hace falta que la termines, no creo que haya nadie en esta mesa que dude sobre eso. -hubo un pequeño silencio. Justin se inclinó un poco a mirar lo que estudiaba, y se fijo en un detalle que nunca había visto en él antes. Sobre la mesa, descansaban unas pequeñas gafas con las patas de un fino metal gris. Peter las recogió rápidamente y se las pasó a su hermano, que estaba sentado en el mismo banco que él, por debajo de la mesa- ¿Y tú, empollón, cómo es que estás aquí y no sumido entre tus libros?
-Mi hermano está en el comedor y mis padres trabajando; así que no tenía ganas de hacerme una comida para mí solo... -se dispuso a marcharse.
Peter bufó y bajó la mirada a sus libros, rascándose el cuello. Sabía que nunca podría resolver esos problemas él solo. Y tampoco quería pedir ayuda a los de su familia.
-Ey, Justin. -él se volvió- ¿Me ayudas?
El muchacho parpadeó. ¿En serio acababa de oír lo que acababa de oír? ¿Del orgulloso de Peter?
-¿Y eso?
-No lo entiendo. -contestó él quitándole importancia con un gesto.
-Claro, como no atiendes. -le culpó su madre.
-Peter atiende. -le defendió Justin sin saber por qué- A... veces; pero atiende.
El chico lo miró, como intentando averiguar por qué había hecho eso. Había cerrado la boca de un plumazo a su madre sin faltarle la educación, y se alegraba de ello.
-A ver... ¿qué es lo que no entiendes?
Peter le dejó un pequeño hueco en el banco y le señaló un problema. Justin se lo explicó, y a Peter le pareció mucho más sencillo. Sus familiares los miraban; pero con una mirada distinta. Los dos adultos con una gran curiosidad reflejada en sus ojos y las caras algo más relajadas, los pequeños con muecas y reparo en los ojos.
Jus terminó de explicar y Peter de hacer el ejercicio. Lo miró.
-Ey, Peter... Supongo... Supongo que yo podría ayudarte. -dijo señalando con un gesto el libro.
-Sí, supongo que podrías. Lo necesitaría.
-Creía que no te importaban las notas.
Él se encogió de hombros y suspiró.
-No cuando al final aprobaba... Este año... este año está siendo más difícil aprobar que hacer un poco la pelota a los profes y estudiar como para un cinco raspao. -Justin lo miró sin decir nada, hubo un pequeño silencio- Ey, ¿qué te parece? Esta tarde me ayudas a estudiarme el examen de mañana y te pago en función de la nota que saque.
Él asintió. El muchacho miró a su madre, que se encogió de hombros.
-Puedo permitirme pagar dos euros. -hizo una pausa significativa- Lo que no sé es si él puede permitirse perder ese tiempo en vano.
-A mí me parece bien. -intervino Justin- Ah, y por cierto, el examen no es mañana; es el miércoles. Lo cambiaron esta mañana. Quizás si atendieras... -A Peter le brillaron los ojos.
-¿En serio? ¡Toma! Espera... ¿a qué hora lo dijeron?
-Em... Pues creo que a primera.
-Ah, pues entonces yo no estaba. No es mi culpa. En... parte.
-Cierto.
-Una sola condición más: que mis amigos no sepan nada de esto. Ni nadie. Que no sepan ni que me has visto aquí ni que te he pedido ayuda.
Jus asintió.
-Está bien. Y que mis amigos no sepan que me hablo contigo. -notó la mirada interrogativa de sus padres- No es por nada; pero... no tienes muy buena fama.
-No me extraña. ¿Me ayudas con éste? -señaló el siguiente ejercicio.
-Voy a buscar algo de comida y ahora vuelvo.
-De acuerdo.
Después de estar un rato ayudando a Peter mientras comían y de que los dos se preguntaran repetidamente cómo habían llegado allí, Justin observó el resto de los rostros de la mesa mientras Peter estudiaba. Ellos habían estado hablando animosamente de los estudios, el trabajo...
-Ey, Peter, ¿sabes qué? Por más que os miro no puedo encontrar ninguna similitud entre vosotros.
Él se encogió de hombros.
-Dicen que me parezco más a mi padre.
La atención ahora se centraba en ellos. Justin miró al hombre.
-Pues a mí no me lo parece.
Pedro apretó la mandíbula.
-Eso es porque ése no es mi padre.
Se levantó de la mesa echando la silla hacia atrás y salió del local. Justin se arrepintió de haber hablado, quedaba claro que la había cagado. Pero los demás no parecían querer hacer nada por arreglarlo, a los pocos segundos retomaron la conversación, un poco más baja; pero esta vez sobre aquel asunto. Justin se levantó y siguió sus pasos.
Lo encontró sentado en la acera, con la cabeza entre las manos. Se sentó a su lado.
-Ey, Peter... Lo siento. Lo siento si la he cagado. Entonces, ¿quién era ese tipo?
-Es... Es... Es mi padrastro.
Jus tragó saliva. No parecía que su relación fuera muy bien con ese lado de la familia.
-¿Y con tu padre... qué pasó?
Peter miró al suelo, al lado contrario de Justin.
-Él... él nos abandonó. Hace unos años que no lo veo. Lo único que me quedó de él es mi hermana, y ella... ella... ella me odia.
Justin estuvo a punto de decirle que seguro que eso no era así, que su hermana no lo odiaba, que tendría a alguien que lo quería en este mundo. Pero supo que no serviría de nada; y, más aún, que Peter se enfadaría en cuanto se diera cuenta de que había contado algo de su vida personal y privada a alguien como él, alguien del exterior y, sobretodo, alguien que podría no ser de fiar y extender el rumor por todo el instituto; o empezar a verle más débil.
El muchacho se incorporó lo suficiente para poder sacar un paquete de tabaco de debajo de su chaqueta y comenzó a fumar; mientras miraba al asfalto o al horizonte sin hacer caso a su acompañante. Para él no había nadie allí, seguía sintiéndose completamente solo.

***

Llegó a su casa y se dejó caer sobre la cama. Sus padres y Antonio ya habían llegado a casa, y se habían preocupado un poco al no verle allí. Para desgracia, él había tenido el móvil descargado; pero no tardó mucho en regresar después de que ellos llegaran. Conectó el cable y esperó a que se cargara lo suficiente para poder encenderlo. Mientras esperaba, lo llamó su madre; así que dejó el móvil allí y fue a ayudarla a guardar las cosas de la compra, y más tarde ayudó a su hermano con los deberes y merendó. Cuando regresó a su habitación tenía tres llamadas perdidas. Recibió otra. En la pantalla salía escrito su nombre. Lo desconectó y contestó rápidamente.
-¡JUUUSTIIIIIIIIN, CARIIIII!
-¿Qué? -contestó éste sin poder reprimir una sonrisa de la energía que derramaba el chico.
-¡No te lo vas a creer! ¡¡Dentro de unos días tengo unos cuantos días de vacaciones!! Son sólo dos o tres; pero bueno. Mi hermano tiene trabajo; así que me quedaré allí en casa de mis padres. Tengo que estudiar; pero al menos así podré verte.
-¡¡GENIAL!! -respondió él sin dejar de sonreír, se le humedecieron los ojos de la alegría.
-Síiii.
-No sabes lo mucho que te he echado de menos.
-Sí lo sé; porque es lo mismo que yo o incluso menos todavía.
-No lo creo.
Los dos sonrieron.
-Anda, no nos peleemos por eso. -zanjó Agus bromeando- No sabes las ganas que tengo de verte y de tocar tus labios... Es como si mis labios hubieran olvidado el sabor que tienen.
-Vaya, ¡pues espero que eso no sea porque has probado los de otros en todo este tiempo! -contestó él haciendo como que se ponía celosos; aunque no podía parar de sonreír. Agus se rió.
-Nunca podría. Te quiero mucho, Justin. Y dentro de nada podré tenerte de nuevo entre mis brazos y darte un achuchón de esos que tanto nos gustan.
Él sonrió. Ya antes de que salieran juntos, desde pequeños, Agus le había dado ese abrazo especial para animarle. El único problema, recordó con sorna, era cuando se pasaba con la broma de fuerte y tenía que escaparse si no quería terminar ahogado.
-Ojalá estos días de espera se pasen rápido.
-Ojalá.

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