martes, 22 de octubre de 2013

Conversaciones

Hola a todos =)

Primero de todo, como circunstancia especial, quería dedicar este capítulo a una persona muy especial.

Porque siempre estás a mi lado apoyándome, porque confías en mí igual que yo en ti, porque me sacas una sonrisa hasta en los peores momentos y siempre sabes cuando estoy mal, por todo y más, te doy las gracias. Que somos como hermanas, aunque no sea de sangre, que siempre estás ahí. Te quiero, hermanita. Sólo quiero desearte un muy muy muy feliz cumpleaños, que tengas muchos más y que te diviertas mucho. Que pasemos muchos más momentos juntas y que disfrutes de tus quince ¡Felicidades!

Mª del Mar


¡Ey Sandra! Soy yo, Elena. Quería saludarte y darte un muy feliz cumpleaños. ¡Que te diviertas!


Y ahora, vamos con tu capitulo, Sandra. Todo para ti:



Conversaciones.










Los beneficios que se pueden sacar de una buena conversación son incontables.






Dani había acompañado a Violeta a su casa, había comido y ahora estaba en la puerta de su casa con sus amigos. Parecía molesto.

-Uf... Tíos, que no puedo ir.

-¿Por qué?

-Es el cumpleaños de mi prima Sandra, ya sabéis, la hermana pequeña de Borja. Y tengo que ir.

-Bueno, no importa. Ya vendrás a la próxima, ¿no? -intentó consolarle Eliot.

-No, tío, no pasa nada no. Que para ti es más fácil: tienes a Espe y a un montón de primos de tu edad; pero yo no, sólo tengo a un montón de primos enanos -es lo que tiene que tus padres zorrearan tan pronto... pensó- y al rato de estar jugando con ellos terminaré aburriéndome un viernes por la tarde. Y justo el viernes en el que íbamos a volver a la discoteca después de tanto tiempo...

-Venga, Dani, no pasa nada. -le dijo Aino- Nosotros vamos contigo. Claro, si tus tíos nos dejan...

-¿En serio haríais eso por mí?

-¿Por qué no? -respondió Estrella- Ya iremos cualquier otro viernes a la disco, ¿no? La cosa es estar juntos.

Daniel sonrió.

-Ahí llevas razón. ¿Y vosotros, -miró a sus amigos- qué decís, chicos?

-Yo me apunto. -respondió Eliot enseñando el pulgar hacia arriba- Además, me cae genial tu family.

-Cuenta conmigo. -dijo solamente Justin.

Daniel sonrió y sacó su móvil del bolsillo. Llamó a Borja y le pidió que lo pasara con sus padres. La madre contestó y Dani le preguntó si los chicos podían venir.

-¡Claro! Total, los conozco desde que eran pequeños, y ya son casi como parte de la familia. Además, seguro que a Sandra le hará mucha ilusión.

Llegaron a la fiesta de cumpleaños. Dani le dio un beso a su prima y le dio su regalo. La pequeña saludó a todos muy contenta.

Sandra tenía cuatro años, el pelo negro y lacio por debajo de los hombros y unos ojos marrones preciosos. Era muy bicho; pero también buena, obediente y cariñosa. Para ella, los del grupo eran unos primos más.

Después de que Daniel jugara un rato con ella, Eliot la cogió en volandas, le hizo cosquillas y la subió a los hombros, mientras perseguía corriendo a sus demás primos. Ainoa se le quedó mirando al lado de Estrella. Pensaba en que ojalá fuera de vez en cuando ella en la que fijara el muchacho su atención. También admiraba lo mono que era mientras jugaba con los pequeños, lo gracioso y carismático que era. Para ella, perfecto; pero nunca sería capaz de decírselo. Nunca le dirigiría un adjetivo más allá de “tonto”, “idiota” o “capullo”. Al rato, Estrella, divertida, también se unió a la juerga, y Dani se acercó a hablar con ella.



Mientras, sin que se dieran cuenta, Justin se había alejado de ellos y se había sentado en una silla alejada del resto de la gente. Teresa, la madre de Borja y Sandra, le vio mientras salía de haber cogido unas bebidas en la casa y se acercó a él. Cogió una silla y la colocó a su lado, sentándose en ella.

-Ey, ¿qué te pasa, Justin? -le preguntó con voz suave- ¿Estás bien? Pareces un poco contrariado... -él miraba al suelo entre sus propios pies, sin pronunciar palabra- ¿Por qué no te acercas a los chicos?

-Es que... No me encuentro muy bien.

-¿Por qué? Venga, cuéntamelo, sabes que puedes confiar en mí. -le apoyó ella cogiéndole una mano con cariño.

-Creo que... Podría decirse que he tenido una pequeña disputa con mi pareja...

-No sabía que tenías pareja.

-¿Te acuerdas de Agustín? -preguntó él como cambiando de tema.

-Sí, por supuesto. El chico que siempre iba contigo y que se mudó a principios de curso para ir a otro Bachiller ¿no?

-Sí. Pues es él.

Teresa se quedó unos segundos recapacitando.

-Entiendo. -contestó acariciándole el pelo con su dulzura característica- Y es también tu mejor amigo, ¿no? -el asintió- Um... Un poco... peliagudo... si le pierdes a él pierdes a los dos.

-Sí...

-¿Y qué os ha pasado?

-Es que... ¡Es que estoy harto de que a veces parezca querer controlar todos mis movimientos! Parece mi padre... Que vale que él piense que juntarme con Peter puede hacerme daño, pero yo creo que ya soy bastante mayor como para poder cuidarme yo solito... ¿no? Además que, no sé, pero no me pareció bien que se gastara un dineral en venir aquí sólo para eso... Seguro que a su hermano también le disgustó. Y... ¡No sé! Supongo que me sentía mal y por eso no le contesté demasiado bien, y ahora me siento mal por ello... La verdad es que no sé lo que me pasa; pero sé que no debí de contestarle así...

-Bien, no te preocupes, Justin. Si se ha cargado tantas molestias sólo para llegar hasta ti porque estaba preocupado, supongo que es porque te quiere, y no dejará que vuestra relación se rompa así porque sí ¿vale? Conociéndote, muy mal deberías de estar para contestarle de mala manera. Pero, de todas formas, creo que deberías hablar con él. Llámale y hablad sobre el tema. Si crees que lo hiciste mal, pídele perdón. Si sientes que es él el que se ha equivocado, hadselo saber. Y, si simplemente te sientes mal, cuéntaselo, que él te lo agradecerá. ¿Vale?

Él asintió y la mujer le dio un beso en la cabeza.

-Muchas gracias, Teresa.

-De nada. Y ahora, vete a divertirte con tus amigos. -le dijo dándole una palmada en la espalda.

Justin se levantó y caminó hacia ellos. A los dos pasos, se giró hacia la mujer.

-Teresa. -ella levantó la mirada hacia él- Gracias por no juzgarme.

Dicho esto, anduvo hacia Ainoa y Daniel.



Dani se había acercado a Ainoa y le había preguntado si ella también había notado a Justin raro. Al rato de estar hablando de ello, el propio Jus se les acercó con una suave sonrisa y les saludó con una mano.



***



-Bueno, por otra parte... quería preguntarte si estás libre.



Jorge tragó saliva y se mantuvo en silencio. Era... una bonita manera pedirle salir después de amenazarle. Y ¿quién no iba a querer salir con él, el chico más deseado por todas las chicas y también por los homosexuales? Pero no, la verdad era que no, él no estaba libre: estaba con Javi.

-No, no estoy libre. Perdón, pero... Tengo novio.

Andrés hizo una mueca.

-Ah, sí, claro. Ése que, según dice todo el mundo, te está ignorando. ¿No? Un buen novio, sí, un bueno novio... -dijo sarcástico.

-Eso no es de tu incumbencia... Además, ¿qué sabrá la gente si me hace caso o no?

-Sí es de mi incumbencia cuando que acabo de pedirte salir. Además, no es sólo lo que diga la gente: yo lo he visto. Ese chico pasa de ti. Se va y te deja tirado sin decir nada. Tienes que admitirlo, aunque te duela: no puedes decir que estés saliendo con Javi.

Jorge apartó la mirada y observó el suelo unos pasos más allá, mientras que Andrés lo miraba y esperaba una nueva respuesta.





***



Justin se desvistió y dejó la ropa en la silla. Al haber ido a la fiesta de cumpleaños en vez de a la discoteca, habían vuelto antes de lo que tenían planeado. Se puso el pijama. Miró el reloj de pulsera. No era demasiado tarde, a lo mejor Agus aún estaba despierto. Y él necesitaba hablar con él ya. Marcó el número. Al poco tiempo esperando, saltó el contestador. No sabía cómo, pero Agustín había grabado mensajes que sólo sonaban cuando llamaba él desde su móvil. Cuando se había ido, había pasado noches llamándole antes de acostarse sólo para poder oír su voz, aunque estuviera grabada en un contestador.

-Hola, cari. Estoy durmiendo, y seguramente soñaré contigo. Te devuelvo la llamada en cuanto me despierte ¿vale? Te quiero, cariño. Hasta mañana. Dulces sueños.

Colgó la llamada y suspiró. Habría que esperar. Subió el volumen al máximo para que, si Agus llamaba, se despertara al instante. Lo colocó en su mesita de noche y se acostó, sabiendo que aquella noche le costaría conciliar el sueño.

Media hora más tarde, escuchó unos pasos conocidos por el pasillo, que venían de la habitación de su hermano. Suspiró para sí. El niño abrió la puerta lentamente y asomó la nariz por ella.

-¿Justin? -él respondió con un sonido de la garganta- Es que mamá y papá ya están dormidos y no me consigo dormir...

-¿No te parece que ya eres muy grande cómo para esto?

-Jum...

Justin sonrió y se levantó. Sacó la cama que había debajo de la suya y cogió unas mantas de la parte superior del armario, poniéndolas sobre ella.

-¿Has vuelto a ver una película de terror? -el niño, de once años, asintió. Justin sonrió- Hay que ver que listo eres...

-Es que mis amigos las ven... Sólo que a ellos después no les dan miedo...

-Claro que sí. -ironizó él- Seguro que ahora todos ellos están igual o más cagados que tú, incluso alguno estará en la cama de su mami. Sólo que ellos no te lo dicen. -el pequeño sonrió- Tú eres valiente, nunca lo olvides. Bueno, y ahora... ¿te apetece dormir? -le invitó señalando la segunda cama.

Él asintió y se acostó. Jus apagó la luz y se metió en su cama, sabiendo que a él también le vendría bien la compañía de su hermano esa noche.



***



La melodía de su teléfono que tenía asignada a la persona que más amaba en el mundo lo despertó de sopetón. Cogió el teléfono enseguida, echando una mirada a que el pequeño no se hubiera despertado.

-¿Sí? -preguntó, olvidándose de quién era la llamada por culpa del sueño.

-Buenos días, príncipe.

No pudo evitar que su corazón empezara a latir ante aquella melodiosa voz. Tenía que hablar muchas cosas con él. Y... allí estaba su hermano para estropearlo todo. ¿Qué hacía si se despertaba?

-Buenos días, Agus. -contestó él- Oye, mira, que está mi hermano aquí y...

-Sí, vamos, total: que te tengo que dejar ¿no? Porque aún no se lo habrás dicho. ¿O quizás era eso lo tan importante que tenías que hacer para dejarme plantado así? No, no lo creo. -sonaba herido. Justin, después de que esas palabras se clavaran en su alma como estacas, no supo que contestar y les sobrecogió un amplio silencio- Pe-pe-perdón, Ju-Justin. -se apresuró a decir Agustín al darse cuenta- No-no no sé por qué coño he dicho eso. No debería.

-No, tranquilo, no pasa nada. Tenías derecho en decirlo.

-No debería.

Nuevo silencio.

-Bueno... ¿para qué me llamaste?

-Ah, sí, Agus... Necesito hablar contigo. -su voz estaba firme y nada descompuesta. Miraba a Antonio por el rabillo del ojo a cada rato.

Escuchó que una puerta se abría al otro lado y dos personas hablaban. El auricular del teléfono estaba tapado, no lo había escuchado.

-Perdona, Justin; pero tengo que dejarte. Ha venido mi hermano a llamarme y tenemos que irnos... Creo que pasaremos todo el día fuera, pero te llamo cuando puedas. O, bueno, mejor cuando tengas hueco mañana llámame. Te quiero, adiós. -dijo rápidamente. Colgó.

-Adiós, Gus... -susurró Justin para sí. Dejó el teléfono en la mesilla, se colocó las mantas y se giró contra la pared. Lloró en silencio.

Al rato, se había tranquilizado un poco, pero las lágrimas seguían surgiendo de sus ojos y tenía la cara roja. Alguien encendió la luz. Escuchó unos pasos y notó la mano de su hermano sobre su hombro.

-Ey, Justin. Buenos días. ¿Cómo estás?

-Estoy bien. -contestó él ocultando el llanto.

Notó que la cama se hundía en el lado en el que estaba su hermano. El chico se tumbó a su lado y le abrazo por detrás con cariño.

-Yo sé que no lo estás. -le dijo- pero tranquilo, si no quieres, no tienes que contármelo. Sólo quiero que sepas que yo estaré aquí a tu lado; aunque sólo sea para consolarte. ¿Vale, tato?

Él asintió.

-Quién dijera que sólo tienes once años... -comentó con una ligera sonrisa.



***



Lunes por la mañana. Toda una alegría, ir al instituto, atender a los profesores... Genial. Violeta no se había despertado de muy buen humor ese día. Mandó un mensaje a los chicos por el teléfono y se dirigió al instituto sola, no tenía ganas de hablar con nadie. La puerta de la clase estaba abierta, así que entró y se sentó en su sitio, por suerte, tanto Emilio como Samanta estaban hablando con sus amigos. Para su desgracia, la chica no tardó mucho en sentarse delante de ella y mirarla.

-Hola, Violeta ¿qué tal estás este maravilloso día de lunes? -ironizó. Ella sonrió.

-Bien, supongo. ¿Y tú?

-Bien. Por cierto, me han dicho que se te quedaron mirando a la salida del viernes ¿no?

-Sí, eso mismo te quería preguntar. ¿Por qué me miraban?

-Bueno... Dicen que ibas con Daniel Segovia ¿no? -ella asintió.

-Sí, ¿y qué problema ahí?

-Bueno, problema ninguno; pero... Es muy llamativo.

-¿Por?

-Bueno, Dani lleva ya años sin salir con nadie y suele ser muy borde con la gente que no conoce. Por eso, todos los que no lo conocen bien, se creen que es un borde y que, por muy guapo que sea, no saldría con nadie. Sobretodo porque lleva sin hacerlo desde hace ya. Y tú eres la nueva, con lo cuál ya llamas la atención, y si encima te ven hablar con el supuesto “borde de Dani” y que bajéis hablando y sonriendo... Creo que seguramente alguno pensó que ya estabais saliendo, y si no que quería ligar contigo. -contestó Sam, que no tenía pelos en la lengua.

-Um...

-Por cierto, así por preguntar. Por curiosidad: ¿hay algo entre tú y él? -preguntó con una sonrisa pícara.

-No. De hecho, yo ya tengo novio.

-Vaya, pues anda que me lo cuentas. -se quejó Sam.

-Mujer, que te acabo de conocer.

Ella sonrió.

-Pues también es verdad.

Violeta decidió en ese mismo momento que no preguntaría a ninguno de los dos por su anterior relación. Por lo que se veía, aquello era cosa del pasado, y nada más; así que no le importaba. Además, ¿qué interés, además de curiosidad, podría tener aquello para ella?



***



Agustín no le había llamado en todo el fin de semana. Seguramente, había decidido que ahora le tocaba a Justin ser el que se preocupara por él. Pero a Jus le daba miedo. Le daba miedo llamarle y equivocarse o mantener una conversación desacertada. ¿Y si no era capaz de seguir las indicaciones de Teresa? Fuera como fuera, no podía esperar ni un día más para llamarle. Primero, porque al final Agus se enfadaría, y segundo, porque necesitaba hacerlo.

Se encerró en su habitación después de comprobar que su hermano y sus padres no anduvieran cerca. Cogió el teléfono, respiró hondo y marcó el número.

-Agus.

-Vaya, Justin... Oye, estoy haciendo deberes de mates y, si no te importa...

-Gus. Necesito hablar contigo. -lo detuvo él antes de que siguiera.

Agustín se quedó parado. Justin notó como cogía aire al otro lado de la línea.

-¿Y...Y...y... ¿Y qué te pasa?

-Bueno, primero a ti. ¿Estás bien? ¿O te pasa algo?

-Perfectamente. Bueno... preferiría, para una vez que voy, haber pasado más tiempo contigo; pero...

-Ya. No debería de haberte contestado así. Lo siento, Agus, de verdad que lo siento. No sé que me pasó... Supongo que simplemente no me encontraba bien. Perdón, de verdad.

-No-no importa. ¿Y tú, cómo estás?

-Echándote de menos. Pero de verdad que te rogaría que no vengas cada vez que me notes un poco mal ¿vale? A no ser que pirenses que de verdad verdad verdad lo necesite. No tienes dinero como para gastartelo en venir aquí cada vez que tenga un pequeño problemilla. ¿Vale?

-Vale. Me parece bien. Y seguro que a mi hermano también...

-¿Te ha regañado?

-No, le pedí permiso antes de ir.

-Bien. Mejor.

-Sí. Pero la verdad es que le extrañó mucho que volviera tan pronto...

-No me sorprende...

-Y ahora, ¿puedes contarme qué te pasa? Y no me vale que me digas “nada”, porque hace nada me estabas diciendo que si contestaste así era porque te sentías mal.

-Ya... Cagadón, cagadón.

Agustín sonrió.

-Venga, cari. ¿Qué te pasa?

-Na... Sólo es que... Supongo que ya estoy harto de que la gente me defraude, creo que no debería de volver a esperar más de la gente. Como con Peter: me aseguró que iba a cambiar e hizo todo lo contrario. Además, tampoco es que me haga mucha gracia que tú hagas el papel de padre. Que ya tienes el papel de novio y mejor amigo ¿no te parece bastante con dos? No seas avaricioso, hombre.

Agustín sonrió a la broma. Justin tenía razón en que lo protegía demasiado; pero era sólo porque tenía miedo a que le hicieran daño. Ya lo había visto sufrir bastante.

domingo, 13 de octubre de 2013

Silencio







<<Muchas veces, el silencio responde más que cualquier respuesta>>


Pasea la mirada observando la clase en silencio. Es la última en salir.
No ha sido como esperaba.
Hubiera imaginado la cosa mil veces peor. No ha habido bromas de ningún tipo sobre ella o cualquiera de sus comportamientos o facetas. Nada. Simplemente, le han sonreído. Por primera vez, se siente aceptada.

Cuando sale del aula, el delegado, un chico bajo y muy delgado, con unos rasgos extremadamente marcados, le sonríe ampliamente y la saluda con la cabeza.

-Gracias por esperar, Félix.

-No hay de qué.

Después de dedicarle una maravillosa sonrisa, se da la vuelta, directa hacia las escaleras.
Al bajar el primer escalón, gritan su nombre.
Se da la vuelta sobresaltada, pensaba que estaba sola.
Daniel está allí, sonriendo. Acaba de salir del baño de los chicos.
Se seca las manos empapadas de agua en el pantalón y se coloca frente a ella en su mismo escalón. Es un poco más alto que ella.

-¿Qué tal tu primer día? - le pregunta animado.

-Muy bien, gracias.

-¿Has conocido a todos los de tu curso ya? - ambos siguen bajando los escalones.

-A algunos, me los ha presentado Samanta.

-Es una chica muy agradable.

-¿La conoces?

-Salí con ella – dice él algo incómodo.

Violeta no sabe qué cara poner, ni qué decir. No esperaba una respuesta así.

-Es muy... guapa, también – dice finalmente.

-Sí, sí.

El resto de camino, van en silencio.
Daniel acompaña a Violeta hasta la puerta principal del instituto.
La chica nota las miradas de todos clavados en ellos dos. Los oye cuchichear. ¿Por qué? ¿Qué ven raro?

Logra ver a su padre, aparcado en la acera de enfrente.
Se despide muy secamente de Daniel y sale corriendo fuera del edificio.

***

-¿Sabes lo que me apetecería ahora mismo?

Justin lo mira de refilón.

-Un dulce.

-Está bien, vamos a una pastelería. Yo invito – contesta seriamente el chico.

-¿De verdad? Gracias.

No sigue hablando.
Agustín sabe que está molesto por algo, pero no se atreve a preguntar.
Lleva ya varios días raro, y él sabe que tiene que ver con Peter.
No le gusta ese chico. Sabe cómo es Justin, sabe que intentará ayudarlo aunque él no lo merezca o simplemente no lo quiera. Le hará daño, y lo sabe.
Le preocupa demasiado.

-¿Te pasa algo? - le pregunta, mirando hacia un precioso y enorme jardín que hay al lado del parque.

-Me preguntaba porqué has venido aquí de repente. Debe de pasar algo...

-Simplemente te echaba de menos.

Justin mira a Agustín unos segundos, luego gruñe levemente.

-No me mientas.

-¿Cómo puedes saber que miento? - le dice él intentando convencerlo.

-Te conozco lo suficiente como para saber que cuándo mientes hay algo extraño en tu tono de voz y en tus ojos.

Agustín suspira. Se estira la camiseta de "RAMONES", y mira hacia atrás, comprobando que nadie puede oírlos.

-Vine para estar contigo, nada más.
No obtiene respuesta.
Justin empieza a ponerlo de los nervios. Está demasiado irritado como para poder hablar con él como lo suelen hacer siempre, así que, sin previo aviso, le coge la mochila y se la cuelga él mismo en la espalda.

-Pesa bastante. No quiero que te dañes la espalda – se justifica.

-¿Y por eso has decidido que te apetecía gastarte un dineral en un masaje después de venir a verme?

-Estás un poco borde hoy, ¿no?

Justin no le contesta, pero pone mala cara. Todo está demasiado tenso.
Agustín le devuelve la mochila, entre a regañadientes y aliviado, ya que de verad pesa mucho.
El joven lo coje del brazo y lo lleva hasta una calle en la que no hay nadie.

-¿Qué te pasa, Justin? Explícamelo, ya – le dice cuando están totalmente solos.

El chico suspira, sacude su brazo hasta que Agustín lo suelta y da un paso hacia atrás.

-No creo que te interese. Además, tengo muchísimos deberes que hacer y un examen dentro de unos días, así que esta visita tan repentina no me viene nada bien. Nos vemos otro día – le dice intentando sonar amable.

La expresión descompuesta de su novio no podría ser más expresiva.

-Lo siento – añade Justin antes de alejarse de él y bajar la calle.

***

Se sienta en un banco del parque y, durante unos segundos mira el suelo de tierra mojada bajo sus pies.

De repente, unas convers negras interrumpen su vista. Sube la mirada hasta el chico rubio que tiene delante. Lleva la capucha puesta, pero al estar más bajo que él, puede ver sus perfectas facciones y esos prufundos ojos...

Ninguno saluda al otro.

-Vamos a otro lado – dice muy secamente el chico rubio.

Jorge lo sigue de cerca hasta un callejón muy parecido al cual lo llevaron a rastras unas horas antes.

-Te llamas Jorge, ¿verdad? - le pregunta quitándose la capucha.

El chico se distrae con sus ojos clavados en él.

-Sí. Perdona que yo no sepa el tuyo...

El chico se sorprende. Jorge está muy seguro de que toda la ciudad sabe su nombre menos él.

-Me llamo Andrés – dice finalmente – Te estarás preguntando porqué te he traído aquí, solo.

-Un poco.

-Bueno, pues quería hablarte sobre varias cosas, todas distintas unas de otras – Jorge asiente con la cabeza, muy concentrado e interesado – La primera es que tengo que avisarte de que como cuentes algo de lo que pasó después del instituto acabarás llevándote lo mismo que el chico al que te presentamos, y si cuentas que quedaste conmigo pasará lo mismo, solo que lo haré yo solo.

-Comprendo.

-Bueno, por otra parte... quería preugntarte si estás libre.

Jorge tragó saliva y se mantuvo en silencio. 

sábado, 5 de octubre de 2013

Secretos.





Hasta la persona más sencilla esconde algún secreto detrás de sí. 



Violeta estaba en clase, con la cara apoyada sobre una mano, aburrida. Una pequeña pelota llegó rodando al lado de su mano derecha por la mesa. Era la pelotita con la que Emilio había estado distrayéndose. Le miró, él la miraba. Violeta le sonrió y él le devolvió la sonrisa. Le pasó la pelota.
-Qué aburrimiento. -le dijo mientras lo hacía.
-Ya ves... qué pestiño de Historia. -se quejó él.
-De verdad... Es decir, a mí la Historia normalmente me gusta; pero es que con esta profesora no hay quien pueda.
-Uff, en serio.
Al final consiguió pasar la clase un poco más amena conversando con el muchacho.

***

Justin miró a Peter, que estaba sentado en el mismo sitio de siempre, en la clase. No parecía estar de muy buen humor. Se acercó a él y el muchacho puso mala cara en cuanto lo notó. Aún así, no se rindió.
-Ey, Peter, ¿estás bien?
-Perfectamente.
-¿Seguro?
-¿Te importa?
-Supongo que no... ¿Y tu primo, qué tal se encuentra?
-No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabes?
-Mi familia ya no me habla...
-Ops. Espero que se encuentre bien.
-Ya, y yo.
Sonó la campana y Peter se levantó con rapidez para darle la espalda y pasar de él.
-Espera, Pedro. -le pidió cogiéndole del brazo.
-No me llames Pedro. -refunfuñó él.
-Y... ¿por qué?
-He decidido enterrar a Pedro. No quiero volver a verle ni a saber nada de él.
-¿Por... por qué?
-Mi vida es mucho mejor siendo el capullo de Peter.
-Pero si has dicho que Peter es un capullo...
-Para los demás; pero no para mí. Así que déjale en paz.
-¿Por qué no quieres ser Pedro, Peter? ¿Cómo era Pedro? ¿Qué tenía él para preferir mejor a Peter y no querer volver a ser como antes?
Peter no contestó.
-Por favor, Peter, ¿cómo era Pedro?
-Pedro era un buenachón que daba su vida por hacer feliz a la gente. Pedro era un débil muchacho que anteponía siempre las necesidades de los demás a las suyas propias, que se preocupaba por todo el mundo antes que por él y esperaba cosas de la gente, confiaba en ellos. Pedro era el chico bueno y pringado que ayudaba a todo el mundo sin obtener nada a cambio, sólo ignorancia. Era un humilde y sencillo muchacho que pensaba que la felicidad podía encontrarse en uno mismo o en unos pocos de al rededor; aunque a los demás le importaras un carajo. Ése que ayudaba a todo el mundo antes que a sí mismo... -volvió a repetir- Y así fue como terminó mandando su vida a la mierda. Como haces tú, así que te aconsejo que pares de ser así si no quieres terminar como él.
-No pudo ser tan malo...
-Pues lo era.
-Yo estoy bien así.
-Tú has tenido suerte.
-Y... ¿decidiste cambiar? ¿Así, sin más?
-Más o menos sí. Un día me di cuenta que todo era mejor en el mundo de los populares, que las personas que miran siempre para su propio bien al final son siempre las que ganan aplastando a los que se agachan para ayudarles. Que te tratan mejor por hacer cosas malas, llamas más la atención y te sientes mejor; mientras que si los ayudas nadie te lo agradece y se olvidan de ti. Y decidí cambiar. No sé si te acuerdas; pero ese cambio lo di en primero.
-Sí, es verdad. Me acuerdo. Cambiaste mucho en un día, o un fin de semana quizás. Un puente... no lo sé; pero así de repente. A todos nos pareció muy raro; pero estabas tan cómodo y tan seguro de ti mismo que acabamos creyendo que siempre habías sido así, sólo que hasta entonces aún estabas adaptándote.
-Ya. Bueno, adiós, me voy.
-Espera, Peter.
-¿Qué quieres! Déjame, ¿vale? Déjame en paz, y no me hables. Porque Peter es de los que pasa por encima de los que son como tú. Ya te devolví tu favor, y ahora vete. Vete y déjame en paz de una vez. Ve con tus amigos y dale la murga a ellos si es que eso es lo que quieres.
Peter se fue dejándolo allí plantado, con un millón de pensamientos llenando su mente. ¿Podría creerse todo aquello que le había dicho o sería una de sus mentiras? No lo sabía; pero, por el momento, parecía que sería mejor dejarlo en paz si no quería que se enfadase. No parecía estar muy estable emocionalmente.

***

Ainoa abrió la puerta de la habitación. Su hermano, Robin, estaba sentado en la mesa con el ordenador delante. El chico dio un respingo al oír abrir la puerta y minimizó la ventana rápidamente. Ainoa sonrió.
-¿Qué veías para que yo no pudiera verlo? -le preguntó.
-Um.. No, nada, nada importante.
-Ya... -se puso detrás de él a echar un vistazo; pero sólo consiguió ver que estaba en el Tuenti- ¡Ey! ¡Espera un momento! Yo me había dejado el Tuenti encendido ¡no me abrás estado cotilleando, ¿verdad?!
-No, no, no, tranquila. Es decir, sí que he utilizado tu cuenta; pero sólo porque vi una foto en tus contactos a la que me parecía conocer y he entrado para poder ver bien la foto; ya que desde mi Tuenti no puedo sin agregarla a amigos.
-Ya... ¿Y quién es ese “alguien”? ¿No será alguien que te guste, verdad? -dijo ella pillina- Si es así; sabes que siempre puedes decírmelo y quizás yo pueda ayudarte...
-Ya, claro, claro. -ironizó él- No, era alguien sin importancia. Al fina no la conocía.
-Um... Pues si tan poca importancia tiene ¿a ver? -pidió alargando la mano hacia el ratón.
-Quita. -contestó él empujándole con el hombro- Además, si es cierto que tú podrías ayudarme a ligar con una chica; ¿por qué no me lo pides tú a mí con los míos? Tiene que gustarte alguno, están mucho mejor que los tuyos. Así se nota que tengo mejor gusto para juntarme con la gente que tú.
-Pues no. -se quejó ella sacándole la lengua. Él sonrió.
Robin cogió el ratón y cerró la ventana sin maximizarla antes, de forma que la chica no pudo ver nada. Se levantó y se dirigió a la puerta.
-Anda, es todo tuyo.
-Vale. ¿Seguro que no era nada?
-Y dale, que no, pesá.
Cuando ya iba por el pasillo, cayó en la cuenta: el historial. Su hermana podía pillarlo realmente fácil si se lo proponía. Volvió a la habitación aparentemente tranquilo.
-Oye, acabo de acordarme que tengo que buscar algunas cosas para la universidad. ¿Me lo dejas un momento, porfa?
-Claro. -Ainoa se levantó y le dejó sentarse. Él notó que no se iría pronto.
-Creo que voy a tardar más tarde; así que mejor baja a abajo y ponte a ayudar a mamá o a hablar por el Whatssap para que no te aburras.
Ella se encogió de hombros.
-Vale.
En cuanto la escuchó bajar las escaleras, abrió el Internet y el historial. Cliqueó la última página, que se abrió el momento. Observó por última vez la imagen de la chica que se abrió ante él, cerró la página y borró el historiar. Ahora tendría que hacer tiempo para que su hermana no sospechara nada.

***

Estrella estaba rebuscando en el bolso de su hermana para coger los cinco euros que la muchacha tenía que devolverle cuando encontró algo que nunca habría querer ver entre los aposentos de su hermana... Ni en los de Damián, porque supuestamente tendrían que usarlo juntos... Sacó rápidamente el dinero y cerró el bolso, intentando desterrar de su mente las imágenes que ese objeto le sugería. Se tiró en el sofá e intentó pensar en otra cosa sacando el móvil. Sin darse cuenta, acabó entrando en la escondida carpeta en la que tenía esas fotos tan bien guardadas. Las fotos de su príncipe azul, aunque sólo fuera platónico.
Suspiró mirándole. Era tan perfecto para ella. Ainoa, que aunque lo conocía no sabía que le gustara a Estrella, le encontraba mil y un defectos; pero también mil y un cualidades. Fuera como fuera, para Estrella todo lo suyo era bueno. Porque le hacía ser tal y como era. Le hacía ser él.

***

-Pues ¿sabes qué? -le dijo Eliot. Estaban ambos solos.
-¿Qué? -contestó Daniel.
-Yo creo que deberías pedirle salir a Violeta cuanto antes. No vaya a ser que, cuando te decidas, Rubén ya le haya pedido casarse.
-Uf... Hay que ver qué pesado eres.
-¿Qué? Si es verdad...
-A ver, Violeta tiene novio y ya-es-tá ¿vale?
-¡Pero si te gusta!
-Bueno, ¿y qué? Pero ella lo quiere así y es feliz ¿no? Pues déjala en paz. Mientras ella sea así feliz, no pienso hacer nada.
-Bueno, pues si tú lo dices. -le contestó él poniéndose las manos detrás de la cabeza y mirando hacia el cielo- Haz lo que quieras.
-¿Y tú? ¿Qué harías? -le preguntó Dani.
-¿Yo? Pues... No sé, la verdad es que no lo sé. Nunca me he visto en la tesitura. Supongo que como nunca me ha gustado así de verdad nadie... no podría saberlo. Además, no es por nada, pero yo os veo a vosotros con tantos quebraderos de cabeza, que empiezo a no saber qué le veis de bonito -se rió-. No, es broma. Pero, en respuesta a tu pregunta la verdad es que no lo sé. Supongo que ya te lo diré cuando me vea en la situación.
-Estoy deseando verlo.

***

Agus tenía un nudo en la garganta y le daba vueltas a la cabeza continuamente. No había podido quedarse preocupado. Ese chico... Peter, sabía que era muy fácil que le hiciera daño. Y el hecho de que Justin le hubiera dicho que pensaba hacer lo que le diera la gana lo preocupaba aún más. ¿Y si le hacía daño y él no estaba allí para ayudarlo? ¿Qué haría él entonces? ¿Cómo lo defendería estando cada uno en una ciudad distinta? Sabía que Justin tenía que aprender a defenderse y a cuidarse por sí mismo; pero él estaba demasiado acostumbrado a ser él el que lo defendiera y estuviera a su lado. No era capaz de imaginarse que a Justin le pasara algo y él no hubiera podido hacer nada por evitarlo, por mucho que fuera causado por la distancia que los separaba. ¿Y si el imbécil de Peter lo hería? Lo perseguiría hasta el mismo infierno si eso pasara, estaba seguro.
La pierna le temblaba casi con violencia. Había estado nervioso desde que Justin colgó el teléfono al día anterior, y cuantas más vueltas le daba a la cabeza más agravaba su preocupación. Deseaba que Justin estuviera bien, deseaba poder estar allí para ayudarle por si algo pasaba.
No se fiaba de Peter ni un pelo.

***

Jorge caminaba hacia el lugar en el que le había citado el chico rubio. ¿Que querría el muchacho? Esa pregunta se repetía una y otra vez en su mente, sin cesar. Y no se le ocurría nada, o bien se le ocurrían mil respuestas de forma que no le daba tiempo a analizarlas todas. Estaba nervioso, muy muy muy nervioso. Y aquella pregunta rebotaba una y otra vez con las paredes de su cerebro, sin querer salir de allí ¿que querría, para qué lo habría citado?