domingo, 1 de septiembre de 2013

Aniversario





No mires atrás y te preguntes “por qué”; mira hacia delante y
pregúntate “por qué no”

Abre lentamente los ojos. Le pesan demasiado los párpados.
Quiere levantarse de la cama, pero al levantar un poco la cabeza todo empieza a darle vueltas.
Suelta un gruñido. No lo entiende. ¿Está enferma de repente?
Alguien llama a la puerta de su habitación. Aprieta la mandíbula, han tocado demasiado fuerte.
Su madre entra en la habitación.
  • ¿Estás despierta, Violeta?
  • ¡Shhh! - le pide silencio la chica.
  • Lo tienes bien merecido, cielo.
La mira confundida. Su madre se acerca y se agacha a su lado, junto a la cama.
  • ¿Que?
  • Tienes resaca.
Se queda callada unos segundos, le cuesta pensar.
  • ¿Resaca, yo?
Su madre la mira con seriedad, aunque no parece enfadada.
  • Llama a Rubén, tenéis que hablar.
  • Uff, mamá, no grites tanto...
Sin decir nada más su madre sale de su cuarto y la deja sola.
¿Cuándo se emborrachó? Nunca le había pasado antes... ¿Y por qué no recuerda nada? ¿Cuánto tiempo lleva durmiendo? ¿Ha hecho alguna estupidez estando ebria?
Y lo peor de todo: ¿cuál ha sido la reacción de su padre? No quiere ni imaginárselo, y le duele pensarlo.
¿Qué le ha dicho su madre antes de irse, que llamase a Rubén? ¿Para qué? ¿Qué tiene él que ver con que ella esté borracha?
No puede evitar pensar en lo que podría haber pasado estando ella borracha... ¿y si él estaba borracho también?
Suelta un gemido y entierra la cara en la almohada.
A su lado hay un cubo, y junto a este un paquete de guisantes congelados. En otras circunstancias habría sonreído al ver los guisantes, pero no puede evitar sentir arcadas al girar la cabeza.
Respira profundamente, intentando que su estómago vuelva a un estado más o menos estable.
Ve por el rabillo del ojo su espejo y se pregunta cómo de desastrosa estará.
Tiene que levantarse.
Saca una pierna de debajo de las sabanas empapadas de sudor, luego otra, y finalmente levanta el resto de su cuerpo, sentándose sobre la cama.
Se le corta la respiración.
Tiene de nuevo arcadas y se tira al suelo junto al cubo. Vomita violentamente.
Muy bien, lección aprendida.
Se levanta a duras penas y olvida el espejo.
Se arrastra hasta la cama y se deja caer sobre el colchón. Da gracias porque no sea una litera.
  • Puuuuuuuuuff
Alarga el brazo hasta la bolsa de guisantes congelados y la coloca sobre su frente. Decide ver su reflejo en la pantalla del móvil.
Todo está borroso.
De repente, suena el tono de llamada que tiene asignado para su novio.
Haciendo caso de su ahora casi inexistente memoria, pulsa a tientas el botón para aceptar la llamada y coloca el móvil junto a su cabeza sobre la almohada.
  • ¿Violeta?
  • Nunca más, Rubén, nunca más – murmura ella.
  • ¿Qué?
  • No pienso volver a acercarme a una sola gota de alcohol.
Escucha su risa al otro lado de la linea, tan musical, tan suya.
  • Pues conociendo a la Violeta sobria, no sé cómo te has emborrachado esta vez, cielo.
  • Yo tampoco...
  • Tienes suerte de que pasase por la ciudad y que te viese, porque si no, puede que siguieras tirada en la calle.
Eso le duele. Tirada, suena fatal.
  • ¿Tirada...en...la...calle?
  • Sí, a las cinco, cariño, a las cinco – ella resopló, llevándose una mano a la dolorida cabeza – tus padres creyeron que estarías con algún amigo, ¡menuda cara pusieron cuando te traje borracha a casa!
  • ¿Tú me llevaste... a casa?
  • ¡Claro, ¿cómo iba a dejarte allí sola?!
  • Gracias... - dijo ella suavemente al teléfono, le dio un sonoro beso al altavoz, para que lo escuchase Rubén – me gustaría tanto que estuvieses aquí... estoy sola...
  • Mmmm, lo siento, no puedo... Cómo decirlo... - hizo una larga pausa – Tu padre no quiere que vuelva a verte, Violeta.
Se hizo el silencio entre los dos.
  • Entiéndelo, está asustado.
  • ¿Asustado?
  • Sí, ayer su hija volvió a casa borracha, en brazos de su novio casi veinte años mayor que ella, ¿qué crees que fue lo primero que debió de pensar?
  • Si te digo la verdad, he llegado a pensar lo mismo hace nada más unos minutos – dice ella en un susurro.
  • Sabes que yo no te haría eso, Violeta – parece ofendido.
  • Lo sé, cielo... lo sé – de nuevo el silencio durante unos segundos - ¿y por qué estabas en la ciudad ayer, no me avisaste?
  • ¿No sabes qué día era ayer? - parece incluso más ofendido que antes.
  • Efectos del alcohol... - intenta justificarse ella.
  • Ayer fue nuestro aniversario... - concluye él muy tristemente – ayer, fue el mismo día hace tres años en el que te vi la primera vez.
  • Lo siento... de verdad. No entiendo cómo pude emborracharme... cómo pude hacerte esto... Estarás horrorizado...
  • Estoy más asustado de que tu padre ponga una denuncia por violación que otra cosa.
  • Pero ayer no pasó nada...
  • No, no pasó nada.
Violeta se estruja la cabeza, haciendo que la bolsa de plástico cruja y le provoque más dolor de cabeza.
Le molesta incluso el ruido del roce de la sábana en su ropa. Entones se da cuenta, sigue vestida.
Muy lentamente, se quita los vaqueros y los tira al suelo.
  • Adiós, Violeta. Feliz aniversario.
Ella mira de golpe al teléfono.
Tiene ganas de llorar.
  • Te quiero, Rubén – consigue sollozar.

Hace tres años.
Tres largos y maravillosos años, que conoció a Rubén.
No se conocieron por una buena razón, pero tampoco fue horrible viendo cómo habían terminado las cosas.
Recuerda que estaba sentada en un banco en el parque, esperando a su novio, un chico irresponsable, asqueroso y gamberro, y ni siquiera era asombrosamente guapo, simplemente un chico irresistible ante sus ojos por ser justamente todo lo malo que era.
Llevaba al menos veinte minutos esperando.
Siempre se retrasaba al menos un cuarto de hora, porque venía en patines, pero a ella no le importaba.
Solía acercarse a ella muy serio, le daba un buen beso y la acompañaba de la mano a una pista de skate para que lo viera patinar con sus amigos.
Era simplemente para no tener que perder una tarde con una chica tonta, su táctica de siempre.
  • Cielo, hace frío – le había gritado ella sentada desde el banco una vez.
  • ¡No me llames cielo! - le había contestado él enfadado.
Pero ella seguía allí, esperando. Olvidando todo lo que él le había hecho como una tonta, una niña.
Y así pasaron horas, ella rememorando “buenos” momentos junto a su “novio” y la noche y el frío en pelo mes de octubre llegando.
Llevaba un vestido, se había puesto guapa para él, y se estaba congelando por él.
Un joven, de unos veinticinco años se acercó a ella.
  • Cielo, ¿qué haces aquí? Es ya tarde...
  • Lo sé – dijo ella secamente. Pederasta, pensó para su interior ¿Qué clase de hombre se acerca a una niña desconocida y la llama cielo?
  • ¿A quién esperas?
  • A mi novio – dijo ella, dejándolo bien claro. No iría con un viejo por ahí.
  • Pues tu novio no llega, lo siento.
  • No pasa nada. Lo esperaré un rato más.
  • Llevas aquí mucho tiempo ya, no va a venir, cielo.
  • ¡¿Me has espiado?! - le gritó ella, levantándose - ¡¿Y quién te crees que eres para llamarme cielo?!
  • ¿No te acuerdas? Violeta, soy Rubén, el hermano de Tony, tu novio.
Entonces se fijó bien en su cara. Sí, era él. Lo recordaba de cuando fue a cenar a casa de Tony.
  • Siento que sea yo quien te lo diga, pero me ha dicho que habéis cortado.
  • ¿Cortado? A mí no me ha dicho nada.
  • Sabes que Tony no tiene ni cerebro ni tacto, me lo dijo así, antes de encerrarse en su habitación para jugar a algún videojuego. Esta tarde no ha salido de casa – Violeta bajó la mirada. Se había olvidado de su cita – Y creo, que si lo piensas bien, que te haya dejado aquí sola, es su manera de decirte que... ya sabes... es su manera de romper contigo.
Ella asintió tristemente.
  • Y como sé que es muy bruto – siguió diciendo él, pero Violeta solo quería que se callara – le pregunté cómo había roto contigo. Me dijo lo que había hecho – se encogió de hombros – Si hubieras sido cualquier otra chica, simplemente me habría acabado peleando con él, porque claramente no sabe respetar a nadie, pero cuando viniste a cenar la semana pasada, me pareciste encantadora, no te mereces que te hagan esto.
La chica lo miró. Sintió el frío calarse entre sus brazos y sus piernas desnudas. Una mala elección, el vestido veraniego, claramente.
  • Y vine a por ti corriendo. Imaginé que tendrías frío, así que te traje un abrigo. Espero que no te moleste que sea mío, no suelo llevar abrigos de mujer.
Violeta río y aceptó el abrigo de buena gana. Estaba caliente, y olía a casa de Tony, con algo distinto, olía a Rubén.
  • Gracias.
  • Te llevo a casa, ven.
Rubén le tendió su brazo y ella lo cogió. Le sacaba unas cuantas cabezas. Era muy guapo. Le gustaba su pelo corto y despeinado y su barba de unos días.
Se subieron al coche juntos. Un coche caro, muy caro. Rubén encendió la calefacción.
  • Una mala elección el vestido veraniego en pleno otoño, ¿no te parece? - le dijo riendo.
Violeta río.
Cuando la dejó en casa, ya estaba loca él.

***

  • ¿Diga? - contestan al otro lado con una voz gutural.
  • ¿Estoy hablando con Shrek?
  • ¿Que?
Jorge suelta una carcajada.
  • ¿Eres Violeta?
  • Sí, soy yo. ¿Qué quieres, Jorge? - contesta ella con brusquedad.
  • Nada, nada. Si te molesto... - empieza a decir él.
  • No, lo siento, perdona – dice ella frotándose la frente – es que estaba durmiendo.
  • ¿Durmiendo? ¿A las dos de la tarde?
Violeta resopla a modo de asentimiento.
  • Vaya, ¿qué te pasa? ¿Estás enferma?
  • No... es solo... - le cuesta decirlo – es resaca.
Su amigo no dice nada. Al cabo de unos segundos muy largos, la chica empieza a preocuparse.
  • ¿Jorge? - susurra.
  • ¡¿RESACA?! - le grita él - ¡¿ESO SIGNIFICA QUE RUBÉN Y TÚ...?!
  • ¡SHHHH! - dice ella con los ojos cerrados. Le pitan los oídos - ¡No pasó nada!
  • ¿Estás segura?
  • Bueno, no me acuerdo...
Su amigo empieza a gritar. Parece ¿emocionado? ¿Es eso? ¿Emocionado porque su amiga haya perdido la virginidad? Violeta arruga la nariz, no le gusta.
  • Rubén me ha asegurado que no pasó nada, Jorge, no te emociones tanto.
  • ¿Y en qué se basa?
  • En que me encontró tirada en la calle a las cinco de la tarde, ¿quizá? - dice ella molesta.
  • Violeta, no estás hablando en serio – dice su amigo de pronto enfadado.
  • Tan en serio como que las nubes son blancas.
Jorge suspira al otro lado, abatido.
  • ¿Y cómo te emborrachaste?
  • ¡No lo sé!
  • ¡No te irrites! - se enfada el chico – Tranquila.
  • Perdona.
Odia tener resaca.
Se frota los cansados ojos y se mira las manos, borrosas.
El teléfono en manos libres está en el suelo.
  • ¿No te acuerdas de nada?
  • No del todo... Antes, de nada; ahora recuerdo que estaba ya borracha al salir de algún sitio, no sé si de mi casa o del instituto.
  • ¿Desde tu casa o de un instituto privado? - Jorge ríe con suavidad – lo dudo mucho.
  • Bueno, pues desde algún sitio.
  • ¿Y antes de estar borracha, no te acuerdas?
La chica gruñe, y se estruja la cabeza en busca de algo que no sea borroso.
  • Estaba en clase.
  • Y...
Ya sabe lo que pretende Jorge, fue lo mismo que hizo ella con él cuando los casos eran contrarios, él se emborrachó en una fiesta, o más bien lo emborrachó una chica. Fue así, después de eso, cómo descubrió definitivamente que era gay.
Aún recordaba la cara avergonzada de la chica, totalmente frustrada, que le preguntaba <<¿Tan mal lo hice?>>. Pobre.
  • Y me pasaron una nota. Era una chica, no recuerdo bien...
  • Vamos, Violeta – la animó su amigo.
  • Pff, ¡qué dolor de cabeza, Jorge, no puedo!
  • Bueno, ya sabes algo de lo que pasó ayer, te pasaron una nota en clase – dijo el intentando parecer animado.
  • Que triste.
Jorge río.
Violeta cerró los ojos.
  • Violeta, te dejo.
  • Adiós... - bostezó ella.
  • Duerme.
  • Duermo.

***

<<Sale del instituto. Alguien la lleva del brazo. Ambas sonríen. Cruzan un paso de peatones con una multitud de chicos y chicas mayores que ella pisándoles los talones. Está repentinamente feliz. ¡Por fin tiene amigos! Se gira de nuevo, todos le sonríen, o eso parece.
Después de andar un tiempo, entran en una casa.
Dentro todo está vacío y no hay luz. Unos chicos cerca de ella encienden unas velas.
  • ¿Es normal que no haya luz? - pregunta extrañada Violeta a la chica que la sujeta del brazo.
  • Sí, sí. Son solo los plomos, solemos tener problemas. Es una casa muy vieja.
Escucha risitas.
  • Pero aquí no hay muebles...
  • Es que los hemos quitado para poder hacer la fiesta aquí, ¡tonta! - dice ella sonriendo - ¡Ya verás lo que nos vamos a divertir! >>




2 comentarios:

  1. Explicadme por qué me dejáis así. No me gusta, y María del Mar, lo sabes. Espero el próximo capítulo eh, y con muchas ganas ^^
    Besitos :*
    Aiara :)

    ResponderEliminar